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ITATA

viernes, abril 13, 2007





1. Atlántico, Océano, es el segundo en extensión de los océanos de la Tierra, después del océano Pacífico, y el de mayor actividad marítima. El Atlántico está dividido por el ecuador en dos secciones bastante artificiales: el Atlántico norte y el Atlántico sur. Su nombre deriva de Atlas (mar allende de los montes Atlas), uno de los titanes de la mitología griega.

2. LÍMITES Y TAMAÑO
El océano Atlántico es, en esencia, una cuenca o cubeta de gran tamaño que se extiende de norte a sur desde el océano Glacial Ártico, al norte, hasta la Antártida, al sur, en el espacio comprendido entre la costa oriental de América del Norte y América del Sur y las costas occidentales de Europa y África. Ocupa más de 106 millones de km2 de superficie total.

El límite entre el Atlántico norte y el océano Glacial Ártico se ha establecido de forma arbitraria, a través de cordilleras submarinas que se extienden entre las masas de tierra de la isla de Baffin, Groenlandia y Escocia. Sin embargo, es más claro marcar el límite con el mar Mediterráneo a la altura del estrecho de Gibraltar, y con el mar Caribe a lo largo del arco que forman las islas del Caribe. El Atlántico sur está separado de forma arbitraria del océano Índico por el meridiano de 20° longitud E, y del Pacífico, al O, por la línea de mayor profundidad que se extiende entre el cabo de Hornos y la península Antártica.

3. FORMACIÓN GEOLÓGICA Y RASGOS ESTRUCTURALES
El océano Atlántico comenzó su formación durante el jurásico, hace unos 150 millones de años, cuando se desgarró el gran continente de Gondwana como resultado de la separación de América del Sur y África, que aún hoy se mantiene en una progresión de varios centímetros al año a lo largo de la dorsal submarina centroatlántica, cadena montañosa que se extiende de norte a sur de forma sinuosa y a mitad de camino entre los continentes. Con aproximadamente 1.500 km de anchura, esta cadena tiene una topografía más accidentada que cualquier otra cordillera de la superficie terrestre y en ella tienen lugar frecuentes erupciones volcánicas y terremotos. Sus elevaciones oscilan entre los 1.000 y los 3.000 m sobre el fondo oceánico.

En las costas americanas, antárticas, africanas y europeas se acumulan los detritos de las rocas erosionadas de los continentes, formando la plataforma continental. Las cadenas y elevaciones submarinas se extienden de forma desigual de este a oeste entre las plataformas continentales y la cordillera del Atlántico medio (dorsal Media del Atlántico), dividiendo los fondos oceánicos orientales y occidentales en una serie de cuencas conocidas como llanuras abisales. Las cuencas del lado americano de la dorsal Media del Atlántico tienen una profundidad de más de 5.000 m y son: la cuenca Norteamericana, la cuenca de las Guayanas, la de Brasil y la de Argentina. El perfil euroafricano está marcado por varias cuencas de menor profundidad: la cuenca de Europa Occidental, la cuenca de las Canarias, la terraza de Cabo Verde, la cuenca de Sierra Leona, la de Guinea, la de Angola, la de El Cabo y la del Cabo Agujas. La gran cuenca Atlántico-Indica occidental se extiende a lo largo del área más meridional de la cordillera centroatlántica.

El océano Atlántico tiene una profundidad media de 3.926 m. En su punto de mayor profundidad, la fosa de Puerto Rico, el fondo marino está a 8.742 m de profundidad.

4. ISLAS
Las islas más extensas del océano Atlántico son prolongación de las plataformas continentales. La isla de Terranova es la más grande de la plataforma de América del Norte, y las islas Británicas son el mayor archipiélago de la plataforma euroafricana. Entre las islas continentales cabe destacar el archipiélago de las Malvinas, el principal grupo de islas de la plataforma de América del Sur, y las islas Sandwich del Sur en la plataforma de la Antártida.

En general, las islas oceánicas de origen volcánico son menos frecuentes que en el Pacífico; entre éstas se encuentran las del arco insular del Caribe (además de Puerto Rico, La Española —integrada por República Dominicana y Haití—, Jamaica y Cuba). En el Atlántico oriental, las islas de Madeira, Canarias, Cabo Verde y el grupo de Santo Tomé y Príncipe son elevaciones de la cordillera submarina. Las Azores, Saint Paul’s Rocks, Ascensión y el grupo de Tristán da Cunha constituyen elevaciones aisladas de la cordillera centroatlántica; la isla más grande es Islandia, resultado también de la actividad volcánica en esta cordillera. Las Bermudas se elevan sobre el fondo de la cuenca Norteamericana, y Santa Elena sobre la cuenca de Angola.

5. CORRIENTES MARINAS
El sistema de circulación superficial de las aguas del Atlántico, puede representarse como dos grandes vórtices o sistemas de corriente circular: una en el Atlántico norte y otra en el Atlántico sur. Estas corrientes están provocadas por la acción de los vientos alisios y también por la rotación de la Tierra. Las del Atlántico norte, entre las que se encuentran la corriente norecuatorial, la de las Canarias y la corriente del Golfo, se mueven en el sentido de las agujas del reloj. Las del Atlántico sur, entre las que destacan la de Brasil, la de Benguela y la corriente surecuatorial, se dirigen en sentido contrario a las agujas del reloj. Cada vórtice se extiende desde una latitud de unos 45° hasta el ecuador; cuanto más cerca se encuentre de los polos, menos definidos estarán los vórtices de rotación contraria; es decir, circularán en sentido contrario a las agujas del reloj en las regiones árticas del Atlántico norte, y en el sentido de las agujas del reloj cerca de la Antártida, en el Atlántico sur.

El Atlántico recibe aguas de la mayoría de los ríos más importantes del mundo, como el San Lorenzo, el Mississippi, el Orinoco, el Amazonas, el Paraná, el Congo, el Níger y el Loira, además de los ríos que desembocan en el mar del Norte, en el Báltico y en el Mediterráneo. Sin embargo, el Atlántico es algo más salino que los océanos Pacífico o Índico a causa de la alta concentración de sales de las aguas que vierte el Mediterráneo.

6. TEMPERATURAS El océano Atlántico puede describirse como un lecho de agua con temperaturas inferiores a los 9 °C (capa de agua fría) que soporta una burbuja de agua de más de 9 °C (capa de agua cálida), la cual se extiende desde los 50° de latitud N a los 50° de latitud S y tiene una profundidad media de unos 600 m. La circulación más pronunciada se localiza en la capa más superficial de agua cálida. Por debajo de ésta, la circulación se hace progresivamente más lenta al descender la temperatura.

Las temperaturas de la superficie oscilan entre los 0 °C (valores hallados en los márgenes árticos y antárticos) y los 27 °C (a lo largo del cinturón del ecuador). A profundidades por debajo de los 2.000 m las temperaturas permanecen invariables en torno a los 2 °C, mientras que en las aguas del fondo marino, a más de 4.000 m, es normal encontrar -1 °C de temperatura.

7. RECURSOS MARINOS El océano Atlántico cuenta con algunos de los bancos pesqueros más productivos del mundo, situados en las plataformas continentales y en las cordilleras marinas a la altura de las islas Británicas, Islandia, Canadá (en particular los caladeros de Terranova) y noreste de Estados Unidos. Las áreas con afloramiento, en las que las aguas profundas del océano ricas en nutrientes fluyen hacia la superficie, gozan de abundante fauna marítima, como es el caso de la bahía de Walvis en el sureste africano. Arenque, anchoa, sardina, bacalao, platija y perca son las especies comerciales de mayor importancia; el atún se pesca en grandes cantidades al noroeste de África y al noreste de América del Sur. La pesca por unidad de superficie es mucho más abundante en el Atlántico que en los demás océanos.

El mar de los Sargazos constituye un ejemplo destacado de flora marina; está situado en una sección oval del Atlántico norte que se extiende desde las Antillas a las Azores al sur, y queda limitado al oeste y norte por la corriente del Golfo (aproximadamente hasta las costas de Terranova por el norte). En su superficie es relativamente fácil encontrar marañas de algas de color pardo llamadas sargazos.

El Atlántico es también rico en recursos minerales. La zona costera oriental de Florida explota minas de titanio, circón y monacita (fosfatos derivados de metales de cerio), mientras que en la costa ecuatorial de África abunda el titanio y el mineral de hierro. Las plataformas y taludes continentales del Atlántico son potencialmente ricos en combustibles fósiles. En la región del mar del Norte y en el golfo de México se han extraído grandes cantidades de petróleo; sin embargo, en las costas africanas y en el golfo de Guinea estas extracciones se realizan en menor medida.

Véase también Océanos y oceanografía: Corrientes oceánicas.[1]

1. Pacífico, Océano, el mayor de los océanos del mundo en cuanto a extensión y profundidad. Abarca más de un tercio de la superficie de la Tierra y contiene más de la mitad de su volumen de agua. Se suele hacer, de forma artificial, una división a partir de la línea del ecuador: el Pacífico norte y el Pacífico sur. Fue descubierto en 1513 por el español Vasco Núñez de Balboa, que lo llamó mar del Sur, tras atravesar el istmo panameño de Darién. El nombre actual fue otorgado por el navegante portugués Fernando de Magallanes en 1520, durante la primera vuelta al mundo realizada al servicio de la Corona española junto al español Juan Sebastián Elcano.

En 1510 el descubridor español Vasco Núñez de Balboa colaboró en la creación de una colonia en el actual territorio de Panamá. Tres años después, Balboa avistó desde la cima de un monte cercano, la orilla oriental del océano Pacífico. Unos días después, se convirtió en el primer europeo que llegó al Pacífico. Balboa tomo posesión de las tierras en nombre de España.

El navegante y explorador portugués Fernando de Magallanes obtuvo un acuerdo con el rey español Carlos I (el emperador Carlos V) por el cual sería nombrado gobernador de todas las tierras que descubriera en su viaje de exploración hacia Oriente. En abril de 1521 falleció en un combate contra los indígenas de una de las islas que pocos años más tarde recibirían el nombre de Filipinas en honor de Felipe, hijo y sucesor de Carlos I que gobernó con el nombre de Felipe II. [2]

La figura de Juan Sebastián Elcano encarna de manera perfecta el prototipo de aventurero y explorador que durante el siglo XVI protagonizó el descubrimiento de tierras y rutas desconocidas. Familiarizado con el riesgo por anteriores experiencias náuticas e incluso bélicas, se unió a una expedición dirigida por Fernando de Magallanes que terminaría por convertirse en una de las mayores gestas del periodo de los descubrimientos, al lograrse por primera vez circunnavegar la Tierra.



2. LÍMITES Y TAMAÑO
El océano Pacífico está limitado al este por la masa continental integrada por América del Norte, América Central y América del Sur; al norte por el estrecho de Bering; al oeste por Asia y Australia; y al sur por la Antártida. Al sureste queda dividido, de forma arbitraria, del océano Atlántico por el paso de Drake, a los 68° de longitud O. Al suroeste, la línea divisoria que lo separa del océano Índico aún no ha sido establecida de forma oficial. Además de los mares limítrofes que se prolongan por su irregular borde occidental, el Pacífico cuenta con un área de unos 165 millones de km2, es decir, más que toda la superficie continental. Tiene una longitud máxima de 15.500 km desde el estrecho de Bering hasta la Antártida, y una anchura máxima de unos 17.700 km desde Panamá hasta la península Malaya. Su profundidad media es de 4.282 m, aunque el punto máximo conocido está en la fosa de las Marianas, a la altura de Guam, con 11.034 m de profundidad.

3. FORMACIÓN GEOLÓGICA Y RASGOS ESTRUCTURALES
El Pacífico es la cuenca oceánica más antigua. Según las rocas fechadas, tiene unos 200 millones de años. Los rasgos más importantes, tanto de la cuenca como del talud continental, han sido configurados de acuerdo a fenómenos asociados con la tectónica de placas. La plataforma costera, que se extiende hasta profundidades de 200 m, es bastante estrecha en toda Norteamérica y Sudamérica; sin embargo, es relativamente ancha en Asia y Australia. La dorsal del Pacífico oriental es una cordillera mesoceánica que se extiende, en sentido longitudinal, unos 8.700 km desde el golfo de California hasta un punto situado a unos 3.600 km al oeste del extremo meridional de América del Sur, y se eleva con una altura media de unos 2.130 m sobre el fondo oceánico.

A lo largo de la dorsal del Pacífico oriental la lava rocosa asciende desde el manto terrestre y forma corteza sobre las placas a ambos lados de la dorsal; estas placas, que son enormes segmentos de la corteza terrestre, se ven forzadas a separarse, por lo que acaban colisionando con las placas continentales situadas a sus bordes externos. Ante esta tremenda presión, las placas continentales se pliegan formando cordilleras para después hundirse creando profundas fosas que constituyen zonas de subducción, en las que la corteza vuelve al manto del que procedía. La presión generada en las zonas de plegamiento y subducción es la causante de provocar terremotos y volcanes, y de dar al borde de la cuenca del Pacífico el nombre de ‘cinturón de fuego’.

4. ISLAS
Las islas más grandes de la región occidental forman arcos insulares volcánicos que se elevan desde la extensa plataforma continental, a lo largo del extremo oriental de la placa euroasiática. Entre todas ellas, destacan las de Japón, Taiwan, Filipinas, Indonesia, Nueva Guinea y Nueva Zelanda. Las islas oceánicas, denominadas en conjunto Oceanía, son las cimas de las montañas que surgieron en la cuenca oceánica por extrusión de rocas magmáticas. El océano Pacífico contiene más de 30.000 islas de este tipo; su área total, sin embargo, alcanza sólo un 0,25% de la superficie total oceánica. Las montañas sumergidas que todavía existen en la actualidad se denominan pitones submarinos.


En muchas regiones, en especial en el Pacífico sur, los rasgos básicos de la topografía de la superficie marina lo constituyen las acumulaciones de arrecifes de coral. A lo largo del borde oriental del Pacífico, la plataforma continental es angosta y escarpada, con pocas islas. Los grupos más importantes los forman las islas Galápagos en la zona del ecuador, que se elevan sobre la placa de Nazca; las islas Aleutianas, en el norte, que son parte de la plataforma continental de América del Norte; y las islas Hawaii, que se elevan unos 5.550 m desde el fondo marino del Pacífico central hasta la superficie de las aguas oceánicas y desde donde continúan ascendiendo hasta alcanzar, en el pico Mauna Kea, los 4.205 m de altitud.

CORRIENTES MARINAS

La predicción del fenómeno de El Niño

Por Michael H. Glantz

¿Qué es El Niño?

El nombre de “El Niño” se refiere a la aparición periódica de agua cálida en la zona oriental y central del océano Pacífico, a lo largo del ecuador. La llegada de agua inusualmente cálida a esta zona puede provocar cambios imprevistos —y a menudo indeseables— en los sistemas meteorológicos de todo el mundo, especialmente en las regiones tropicales. En promedio, El Niño aparece cada cuatro años y medio, pero puede repetirse en sólo dos años o tardar incluso 10 años en volver a ocurrir.

Durante un año normal, el agua fría asciende desde las profundidades del océano hasta la superficie frente a las costas de Perú y Ecuador, en un proceso conocido como corriente ascendente litoral. Esta corriente ascendente es causada por la rotación de la Tierra y por los vientos alisios, que generalmente soplan desde el sureste hacia el norte a lo largo de la costa peruana y hacia el océano Pacífico occidental. En combinación, estos procesos alejan el agua superficial de la costa. El agua profunda, más fría, llega a la superficie para sustituir al agua desplazada.

Con el tiempo, los fuertes vientos que soplan en dirección oeste sobre el océano producen una acumulación de agua superficial calentada por el Sol en la parte occidental del Pacífico ecuatorial, cerca de Australia, Filipinas e Indonesia. Los científicos denominan a esta acumulación de agua “depósito cálido”. Típicamente, el nivel del océano es de unos 60 cm más alto en el Pacífico ecuatorial occidental que en el Pacífico oriental, a lo largo de la costa peruana.

Todos los años, aproximadamente a fines de diciembre, los vientos alisios se debilitan y el proceso de corriente ascendente se hace más lento, lo que produce un calentamiento estacional a lo largo de la costa del centro de Sudamérica. Los pescadores peruanos observaron este fenómeno hace más de un siglo y lo llamaron “El Niño” (en alusión al Niño Jesús) por la proximidad de la Navidad. El calentamiento estacional suele durar unos meses y termina cuando vuelven los vientos y el proceso de corriente ascendente se hace más vigoroso.

Sin embargo, cada cierto número de años, el calentamiento estacional no termina. Los vientos que soplan hacia el oeste a lo largo de la región ecuatorial se debilitan y a veces invierten su sentido soplando hacia el este, con lo que la corriente ascendente litoral se frena drásticamente. Al debilitarse el viento, el agua superficial acumulada en el océano Pacífico occidental vuelve a fluir hacia el este, en un proceso similar al que tiene lugar en una bañera cuando el agua desplazada vuelve hacia su punto de origen. Cuando esto ocurre, el depósito cálido se desplaza típicamente hacia la zona central y oriental del Pacífico. El agua superficial que fluye hacia el este se divide al llegar a la costa de Sudamérica. Parte del agua va hacia el sur, mientras que otra rama se dirige hacia Norteamérica y se desplaza a lo largo de la costa occidental de Estados Unidos.

El aumento de las temperaturas superficiales del agua se ve acompañado por una mayor evaporación del agua cálida. La evaporación lleva a la formación de nubes y la aparición de lluvias, que coinciden con la localización del agua cálida en la superficie del mar. Como resultado de ello, zonas normalmente húmedas como Indonesia, Filipinas y el este de Australia sufren sequía. Por el contrario, zonas normalmente secas como la costa occidental del centro de Sudamérica o las islas Galápagos reciben precipitaciones excesivas.

Los fenómenos de El Niño presentan diferentes intensidades: débil, moderada, fuerte y extraordinaria, siendo estos últimos muy infrecuentes. Un fenómeno débil es aquel en el que la temperatura superficial del mar es de uno o dos grados por encima de la media y cubre la parte oriental del Pacífico ecuatorial. Un fenómeno fuerte se caracteriza por un aumento en la temperatura superficial de tres o cuatro grados y cubre una gran parte del Pacífico ecuatorial. Un fenómeno extraordinario tiene lugar cuando la temperatura superficial del Pacífico ecuatorial aumenta unos cinco grados o más. Una vez que comienza un fenómeno de El Niño suelen pasar entre 12 y 18 meses hasta que las temperaturas superficiales del mar vuelven a sus valores normales.

Los científicos también han averiguado que El Niño es la fase cálida de un ciclo que también incluye una fase fría, llamada “La Niña”, que aparece cuando el agua superficial del Pacífico oriental está anormalmente fría. En las últimas dos décadas ha habido menos interés científico en La Niña porque se han producido menos fenómenos fríos que cálidos. Aunque también hay anomalías climáticas asociadas con La Niña, los investigadores todavía no han dedicado una atención significativa a esa parte del ciclo.

Un fenómeno que abarca toda la cuenca

El término de “El Niño” (EN) se empleaba originalmente para describir la llegada local y estacional de agua cálida frente a las costas del centro de Sudamérica. Gradualmente, los científicos empezaron a aplicar el nombre exclusivamente a los fenómenos más duraderos, de menor frecuencia. Sin embargo, hasta finales de la década de 1960, la mayoría de los científicos aún consideraba que El Niño era una perturbación oceánica local.

En 1969, el científico de la atmósfera Jakob Bjerknes, de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), presentó la teoría de que la aparición de agua cálida a lo largo de la costa del centro de Sudamérica estaba relacionada con trastornos atmosféricos al otro lado del océano Pacífico. Con ello, Bjerknes fue el primero en sugerir que El Niño era una perturbación climática que abarcaba todo el océano Pacífico, un fenómeno conocido actualmente como la Oscilación Meridional (en inglés Southern Oscillation, cuyas siglas son SO).

La Oscilación Meridional es un movimiento de vaivén en la presión del aire medida en dos zonas representadas por dos puntos situados a ambos lados de la cuenca pacífica: Darwin (Australia) y Tahití. Cuando la presión es baja en una de las zonas, suele ser alta en la otra. La combinación de los dos procesos (EN+SO) produce el ENSO, un fenómeno integrado marítimo y atmosférico que abarca toda la cuenca del Pacífico. Actualmente se cree que un fenómeno ENSO trastorna el tiempo atmosférico en todo el planeta.

A pesar de que El Niño se refería tradicionalmente a un fenómeno local y el ENSO era un acontecimiento que afectaba a toda la cuenca, muchos científicos utilizan ahora ambos términos de forma intercambiable. Por tanto, El Niño se refiere también al fenómeno más amplio.

Impactos planetarios

Los impactos planetarios que produce El Niño son diversos y de gran alcance. Suelen incluir sequía en el sur de África, el noreste de Brasil, Indonesia, el este de Australia, el sur de Filipinas y América Central. Son probables las inundaciones en el norte de Perú, el sur de Ecuador, el sur de Brasil, el norte de Argentina y Uruguay, entre otras zonas. En la India, el monzón —con el que llegan las vitales lluvias— tiende a hacerse irregular, y la producción de alimentos se vuelve menos fiable.

Por ejemplo, los científicos han relacionado El Niño que empezó en 1997 con las condiciones extraordinariamente secas que agostaron las cosechas y provocaron inmensos incendios forestales en Indonesia y Brasil. En Indonesia, los incendios afectaron a más de un millón de hectáreas de selva tropical y produjeron una espesa nube de humo que cubrió gran parte del Sureste asiático durante al menos seis meses. La contaminación del aire debida a los incendios causó decenas de miles de infecciones respiratorias y provocó la cancelación de numerosos vuelos comerciales en la región.

Los científicos especifican tres zonas de Estados Unidos fuertemente afectadas por El Niño. En la costa pacífica del noroeste, el invierno tiende a ser cálido y seco. Esto provoca problemas para los gestores de embalses y pantanos. El invierno del noreste suele ser cálido y húmedo, lo que a menudo resulta positivo. En cuanto a los estados de la costa del golfo de México, suelen verse afectados por un invierno fresco, húmedo y tormentoso. Los científicos también han observado una fuerte reducción del número de huracanes a lo largo de las costas del Atlántico y el golfo de México. Por tanto, El Niño suele tener efectos tanto positivos como negativos sobre Norteamérica.

El impacto de El Niño va mucho más allá de la alteración de los patrones meteorológicos típicos. Los fenómenos de El Niño pueden trastornar ecosistemas y poner en peligro a muchas especies. También pueden contribuir a la difusión de organismos patógenos que suponen una grave amenaza para la salud humana.

Se sabe que la llegada de agua cálida al Pacífico oriental perturba fundamentalmente la cadena trófica marina y pone en peligro a muchas clases de peces, aves y mamíferos. Las temperaturas cálidas obligan a muchas especies marinas —como anchoas, salmones, pulpos o calamares— a migrar en busca de aguas más frías donde obtener alimento. Cuando esto ocurre, las aves y mamíferos marinos que se alimentan de esas especies sufren a menudo pérdidas espectaculares. Durante el fenómeno de El Niño de 1997, por ejemplo, la costa californiana se llenó de miles de cadáveres de osos marinos septentrionales y leones marinos de California que habían sucumbido al hambre. Muchos otros ejemplares, demacrados y debilitados, acudieron a la arena a morir.

El efecto de este trastorno también puede provocar situaciones grotescas. A finales de 1997 se localizaron peces tropicales —como el marlín, el pez espada y otras especies de aguas cálidas— en las aguas generalmente frías de las costas del norte de California, Oregón y Washington. Los pescadores estaban encantados. Sin embargo, las aguas cálidas también atrajeron a la caballa del Pacífico, un pez que actúa como predador de los salmones jóvenes cuando éstos dejan los ríos para entrar en el océano. Aunque no están claros los impactos a largo plazo de esta predación, algunos biólogos expresaron el temor de que las poblaciones de salmón de la costa oeste de Estados Unidos sufrieran caídas drásticas.

En algunas partes del planeta, El Niño también parece fomentar el crecimiento de organismos que transmiten enfermedades del ser humano. Por ejemplo, la humedad excesiva en zonas normalmente secas fomenta la difusión de organismos transmitidos por el agua que provocan enfermedades como la hepatitis, la disentería o el cólera. Además, las tormentas e inundaciones tienden a concentrar agua en charcas estancadas que proporcionan un hábitat idóneo para la reproducción de mosquitos. Los mosquitos pueden transmitir enfermedades como la malaria, la fiebre amarilla o la encefalitis. En Perú, Colombia y la India se registraron brotes de malaria tras El Niño de 1982 y 1983.

No obstante, aunque a El Niño se le achacan numerosas anomalías meteorológicas y climáticas adversas en todo el mundo, sólo unas pocas de ellas pueden relacionarse fiablemente con este fenómeno. Las conexiones entre un fenómeno de El Niño en el océano Pacífico y un fenómeno meteorológico extremo en otro lugar del globo se determinan objetivamente de dos formas. En primer lugar, los científicos pueden observar directamente los mecanismos físicos implicados, como la forma en que las nubes y las precipitaciones siguen el depósito cálido del océano Pacífico. De modo similar, los científicos han observado que los cambios climáticos en Norteamérica inducidos por El Niño son un resultado directo del desplazamiento de la corriente en chorro (una corriente de aire muy rápida que circula a gran altitud en la atmósfera) al cruzar el océano Pacífico anormalmente cálido.

En segundo lugar, cuando los mecanismos físicos se desconocen, como ocurre a menudo en las perturbaciones alejadas de la cuenca pacífica tropical, los científicos recurren a la correlación estadística. Por ejemplo, la conexión entre el fenómeno de El Niño y la sequía en el noreste de Brasil o el sur de África es fundamentalmente estadística. En esos casos, las estadísticas ayudan a establecer la probabilidad de los impactos regionales de El Niño, pero no explican por qué tienen lugar esos impactos. [...]

La predicción de El Niño

En la actualidad, los científicos emplean un amplio sistema de barcos, boyas y satélites en el océano Pacífico para ayudar a predecir el impacto y extensión de los fenómenos de El Niño incipientes. La información de este sistema de seguimiento se analiza con ayuda de potentes ordenadores en el Centro Nacional de Investigación Atmosférica (NCAR) de Estados Unidos, situado en Boulder (Colorado). A continuación, los datos se suministran a los modelos meteorológicos informáticos para generar pronósticos del clima a largo plazo.

Por ejemplo, los investigadores emplean una red de boyas desplegadas a lo largo del océano Pacífico —fondeadas o a la deriva— para controlar la temperatura del agua a diferentes profundidades, la velocidad y dirección del viento, las corrientes oceánicas, la humedad y la temperatura del aire. Esta red, conocida como sistema Océano/Atmósfera Tropical (TAO), es administrada conjuntamente por Francia, Japón, Corea del Sur, Taiwan y Estados Unidos. La información del sistema es transmitida en tiempo real vía satélite a los centros de investigación.

Los científicos también equipan de forma rutinaria “barcos de oportunidad” —generalmente buques comerciales que surcan las aguas del Pacífico— con diversos instrumentos de medición que recogen información en zonas remotas del océano. Esta información se transmite a estaciones situadas en las costas del Pacífico.

Los cambios en el nivel del mar se siguen desde el espacio empleando un satélite llamado Topex-Poseidon, lanzado en 1992 por Estados Unidos y Francia. El satélite envía señales de radar que rebotan en la superficie del océano, lo que permite medir con precisión los cambios en el nivel del mar en toda la cuenca. Típicamente, el agua está más caliente allí donde alcanza un nivel más alto, lo que permite localizar el depósito cálido. Por ello, los cambios en el nivel del mar pueden señalar un cambio en las condiciones normales y un inicio del fenómeno de El Niño. El satélite Topex-Poseidon también controla otros cambios atmosféricos relacionados con El Niño, tales como la temperatura superficial del agua, el ritmo de evaporación, la circulación atmosférica, la cubierta de nubes, los vientos en la superficie del agua o la circulación oceánica.

Los datos recogidos por este sistema se emplean en modelos meteorológicos informáticos para predecir el comportamiento de El Niño. A veces, los modelos producen previsiones precisas. Mediante modelos informáticos, los investigadores pronosticaron con precisión la llegada de los fenómenos de El Niño que empezaron en 1986 y 1991. Sin embargo, también ha habido algunos fallos notables en el pronóstico. Por ejemplo, los científicos no predijeron la inesperada vuelta de El Niño en 1993, tras el fenómeno moderado de 1991 a 1992. Los modelos tampoco predecían la aparición de un Niño extraordinario en 1997.

Entre los factores que limitan la capacidad predictiva de los modelos informáticos está el uso de una física simplificada que no refleja adecuadamente la complejidad de las interacciones atmosféricas y oceánicas, así como la inherente naturaleza caótica y aleatoria de los procesos ambientales. También existen grandes lagunas en la red de observación, y algunos cambios ambientales significativos pueden no ser detectados. La existencia de estas lagunas señala un problema aún mayor: los científicos todavía no comprenden los mecanismos físicos que desencadenan un fenómeno de El Niño. Hasta que se descubran y vigilen cuidadosamente estos mecanismos, es probable que las previsiones a largo plazo impliquen mucha incertidumbre.

La previsión de El Niño no ha sido una tarea fácil, y aún se encuentra en sus fases iniciales. Lo cierto es que los científicos sólo han empezado a considerar El Niño como un fenómeno que afecta a toda la cuenca desde mediados de la década de los setenta, y todavía no han observado todas las formas que puede adoptar. Los fenómenos de El Niño que se han producido en los últimos 20 años han tenido características diferentes. El de 1982 y 1983 sorprendió a todo el mundo porque ocurrió en un momento del año más tardío y fue más intenso de lo pronosticado. El Niño de 1991 y 1992 no desapareció como se preveía, sino que reapareció en 1993, y algunos científicos creen que de hecho se prolongó cinco años, una duración sin precedentes. El fenómeno de 1997 y 1998 comenzó antes, fue mucho más intenso de lo predicho, y el agua del océano se calentó más rápidamente de lo habitual.

En general, los científicos han conseguido reproducir por computadora el limitado número de fenómenos de El Niño anteriores ya conocidos. Sin embargo, su capacidad para predecir acontecimientos futuros con características aún no determinadas sigue siendo un gran reto. Los científicos que estudian El Niño aprenden constantemente mientras trabajan.

La llegada de El Niño

A pesar de la incertidumbre sobre el momento en que comenzarán los fenómenos de El Niño, existe una cantidad considerable de información para ayudar a la gente a responder a los impactos conocidos de El Niño una vez que empiezan a producirse. En concreto, cuando los cambios ambientales observados llegan a un cierto punto, los científicos determinan que un fenómeno de El Niño se ha ‘instalado’ y probablemente se prolongará entre 12 y 18 meses. Cuando esto sucede, los responsables de agricultura, pesca, energía y protección civil pueden utilizar la información histórica sobre fenómenos anteriores de El Niño para tomar mejores decisiones. Por ejemplo, en regiones donde es probable una sequía puede fomentarse el escalonamiento de la plantación o el empleo de variedades resistentes a la sequía para que un periodo seco no devaste toda una cosecha.

Esta información puede ser valiosa incluso para regiones en las que no pueden identificarse impactos intensos y fiables de El Niño. Por ejemplo, Kenia cultiva café y té para la exportación. Aunque la influencia de El Niño en el África Oriental sigue sin estar clara, la producción de café de varios competidores como Colombia, Brasil, Indonesia o Etiopía se ve directamente afectada por El Niño. Por tanto, la información sobre la influencia de El Niño en regiones distantes puede ser un bien valioso, según la máxima de que “un hombre prevenido vale por dos”.

El calentamiento planetario y El Niño

Algunos científicos han sugerido que el efecto invernadero —la acumulación de gases como el dióxido de carbono, el metano y el ozono que atrapan el calor del Sol en la atmósfera terrestre— reforzado por las actividades humanas está alterando fundamentalmente El Niño al calentar artificialmente la atmósfera de la Tierra. Estos científicos señalan que, hasta hace poco, los fenómenos de El Niño llegaban con una frecuencia de dos a siete años y eran generalmente suaves. Sin embargo, en el transcurso de 15 años se han producido dos fenómenos extraordinarios de El Niño. Además, entre 1990 y 1995 se produjeron tres fenómenos de El Niño seguidos. Algunos expertos afirman que, tomados en conjunto, esos tres fenómenos constituyeron el Niño más largo en 2.000 años. Otros científicos, sin embargo, no están de acuerdo en que la historia reciente de El Niño demuestre el calentamiento planetario. Para ellos, constituye probablemente el reflejo de fluctuaciones aleatorias en el ciclo natural.

En noviembre de 1991, el Programa de Estrategias de Respuesta e Impactos del Clima Planetario (WCIRP), creado por el Programa Medioambiental de Naciones Unidas (UNEP), patrocinó lo que tal vez fuese la primera reunión de trabajo sobre la relación entre El Niño y el calentamiento planetario, en un intento de diferenciar la especulación y la ciencia. Los participantes en la reunión concluyeron que una tendencia hacia temperaturas planetarias medias más elevadas podría hacer que los futuros fenómenos de El Niño fueran más intensos. Sin embargo, también subrayaron que El Niño ha aparecido con bastante constancia a lo largo de un periodo de 5.000 años, tanto durante periodos cálidos como fríos, lo que sugiere que es improbable que cambie la frecuencia de esos fenómenos. [...]

Aprovechar la información

A diferencia de la investigación sobre el calentamiento planetario, que ha dividido a la comunidad científica, existe un amplio consenso acerca de la investigación sobre El Niño: es necesario mejorar las previsiones. Pero, mientras los investigadores amplían sus conocimientos en torno este asunto, debemos aprender a utilizar mejor la información que ya tenemos.

Parece que esto ya ha empezado a ocurrir. Cada vez son más los que prestan atención a El Niño y a las predicciones de este fenómeno. Algunos grupos comienzan a tomar medidas preventivas para enfrentarse a sus impactos. Por ejemplo, en Ecuador ha habido programas de vacunación que intentan inmunizar a las personas contra enfermedades transmitidas por el agua que podrían surgir en caso de inundaciones. En numerosas regiones se están limpiando el alcantarillado y la infraestructura de drenaje para que el agua pueda fluir más libremente. Se están construyendo diques a lo largo de zonas costeras vulnerables, se están desarrollando planes de alimentos de emergencia, y así sucesivamente. La gente está escuchando y se está preparando. Confiemos en que, cuando aparezca el próximo El Niño a principios de siglo, los gobiernos nacionales y locales dispongan de la información necesaria para garantizar una preparación eficiente y activa.

Michael H. Glantz es investigador superior del Grupo de Impactos sobre el Medio Ambiente y la Sociedad, un programa del Centro Nacional de Investigaciones Atmosféricas (NCAS) de Estados Unidos. Es autor del libro Currents of Change: El Nino's Impact on Climate and Society (‘Corrientes de cambio: el impacto de El Niño sobre el clima y la sociedad’).[3]


Las fuerzas motrices de las corrientes oceánicas son la rotación de la Tierra, la fricción del aire con la superficie del agua y las variaciones en la densidad del agua del mar debido a las diferencias de temperatura y salinidad. La interacción entre vientos y corrientes afecta de forma especial al clima y será objeto de estudio para las predicciones meteorológicas a largo plazo y para la navegación marítima.


El modelo de corrientes del Pacífico norte consiste en un movimiento, o sistema circular de dos vórtices. En el hemisferio norte, el giro subártico se realiza en sentido contrario a las agujas del reloj, englobando el flujo subsidiario hacia el oeste de la corriente de Alaska y el flujo oriental de la corriente Subártica. No obstante, la masa de agua del Pacífico norte está dominada por una célula central norte que circula en el sentido de las agujas del reloj y comprende la corriente del Pacífico norte, que fluye hacia el Este, la corriente de California hacia el Sureste y la corriente de Kuro-Shivo, o corriente de Japón, que se desplaza hacia el Norte, hasta alcanzar las costas de Japón. La corriente de California es fría, extensa y de movimiento lento, mientras que la de Kuro-Shivo es cálida, estrecha, rápida, y parecida a la corriente del Golfo. Próxima al ecuador, a 5° de latitud N, el flujo hacia el este de la contracorriente ecuatorial separa los sistemas de corrientes del Pacífico norte y del Pacífico sur, aunque transporta la mayor parte de sus aguas a la corriente norecuatorial. El Pacífico sur queda dominado por el movimiento, en el sentido contrario al de las agujas del reloj, de la célula central sur, que comprende la corriente surecuatorial en su movimiento hacia el Este y Sur, la corriente del Pacífico sur hacia el Oeste y la corriente de Humboldt hacia el Norte, en dirección paralela a Sudamérica. En el extremo meridional está localizada la corriente Circumpolar Antártica, o deriva del viento del Oeste, la fuente más importante de circulación oceánica en profundidad que da la vuelta a la Tierra y reúne las aguas de los océanos Pacífico, Atlántico e Índico. De aquí nace la extensa y fría corriente de Perú, o de Humboldt, que gira hacia el Norte a lo largo de la costa de América del Sur y distribuye sus aguas a la corriente surecuatorial.

6. SISTEMA DE VIENTOS
El importante sistema de vientos del océano Pacífico lo constituyen dos cinturones iguales de corrientes que se dirigen hacia el Oeste y que soplan de Oeste a Este entre los 30° y los 60° de latitud, uno en el hemisferio norte y otro en el sur; su dirección varía dependiendo de las estaciones. El intempestuoso e impredecible viento del Oeste del Pacífico norcentral, que ha dado origen a la corriente de El Niño, de efectos catastróficos, está siendo estudiada por su influencia en la climatología mundial. Los constantes vientos alisios se encuentran flanqueados por los vientos del Oeste y soplan desde el Este en el hemisferio norte, y desde el Oeste en el hemisferio sur. Las fuertes tormentas tropicales, denominadas tifones en el Pacífico occidental y huracanes en el Pacífico meridional y oriental, se originan en el cinturón de los alisios al final de la época estival y en los primeros meses del otoño. En el ecuador se localizan las zonas de calmas, que poseen vientos flojos aunque con actividad ciclónica temporal. En las altas latitudes del Pacífico los vientos tienen un escaso efecto sobre el clima y las corrientes oceánicas. La mayor parte de la fauna y flora del océano Pacífico se concentra a lo largo de sus márgenes. Las aguas, ricas en nutrientes procedentes de la corriente Circumpolar Antártica, suben a la superficie en la corriente de Humboldt a lo largo de la costa de Chile y Perú, donde se encuentran bancos de boquerón o anchoveta de gran relevancia mundial como recurso alimenticio. Las aves marinas se alimentan de estos bancos de boquerón, dando lugar a la concentración de gran cantidad de guano (excremento de estas aves) que es explotado industrialmente.

El Pacífico noroccidental, que comprende el mar del Japón (mar Oriental) y el mar de Ojotsk, constituye, por otro lado, una de las mayores reservas pesqueras del mundo. Los arrecifes de coral, ricos en fauna marina, alcanzan su mayor exponente en la Gran Barrera de Arrecifes, que se extiende a lo largo de unos 2.000 km por toda la costa nororiental de Australia. El atún es otro importante recurso del Pacífico que atrae a las flotas pesqueras de todo el mundo siguiendo las emigraciones de los bancos de peces.


También el Pacífico ha empezado a ser explotado por sus enormes recursos minerales. Las plataformas continentales, a la altura de las costas de California, Alaska, China e Indonesia, son conocidas por poseer grandes reservas de petróleo. La exploración de las profundidades marinas ha revelado regiones del fondo oceánico cubiertas con ‘nódulos de manganeso’, concreciones de hierro y óxido de manganeso de un tamaño mediano que en ocasiones también contienen cobre, cobalto y níquel. La investigación actual está estudiando la viabilidad de explotación minera de estos depósitos. Véase también Océanos y oceanografía.[4]

Polinesia, Esta estatua (anterior al año 1779) del dios de la guerra hawaiano Kukailimoku presenta vistosas plumas sobre una basa de cestería con perlas de nácar y dientes de perro incrustados. En algunos casos se representó al dios Kukailimoku con enormes imágenes de madera colocadas sobre templos de piedra. Esta estatua, que pertenece al Museo Británico de Londres, mide 103,5 cm de altura.

una de las tres principales regiones etnogeográficas (junto a Melanesia y Micronesia) de Oceanía, que comprende un enorme triángulo de islas situadas en el centro y el sur del océano Pacífico. El término Polinesia deriva de las palabras griegas poli y nesos que significan ‘mucho’ e ‘islas’ respectivamente. Las islas de Hawaii se hallan en el vértice superior del triángulo polinesio; Nueva Zelanda y la isla de Pascua forman la base del mismo. Otras islas y grupos de islas polinesios son Kiribati, Tuvalu, islas de la Unión, Tonga, Wallis y Futuna, las islas Marquesas, las islas Cook, la Polinesia francesa, isla Pitcairn y Niue. Las descripciones etnológicas algunas veces sitúan a Fiji en Polinesia debido a que una significativa proporción de su población es de origen polinesio. Los habitantes originales de Nueva Zelanda, los maoríes, son un pueblo polinesio.

Se cree que la Polinesia central fue colonizada por primera vez hace unos 3.000 ó 4.000 años por pueblos procedentes de Melanesia. Las migraciones desde aquí hacia las islas exteriores son más recientes, probablemente a partir del año 300 de nuestra era; Nueva Zelanda fue colonizada por primera vez alrededor del año 1000 d.C. La íntima relación existente entre varias lenguas polinesias, a pesar de la distancia que separa a las islas, apoya los indicios arqueológicos que parecen demostrar la difusión relativamente reciente de la cultura polinesia.[5]



[1]"Atlántico, Océano," Enciclopedia Microsoft® Encarta® 2000. © 1993-1999 Microsoft Corporation. Reservados todos los derechos.

[2]"Fernando de Magallanes," Enciclopedia Microsoft® Encarta® 2000. © 1993-1999 Microsoft Corporation. Reservados todos los derechos.

[3]"La predicción del fenómeno de El Niño," Enciclopedia Microsoft® Encarta® 2000. © 1993-1999 Microsoft Corporation. Reservados todos los derechos.

[4]"Pacífico, Océano," Enciclopedia Microsoft® Encarta® 2000. © 1993-1999 Microsoft Corporation. Reservados todos los derechos.

[5]"Polinesia," Enciclopedia Microsoft® Encarta® 2000. © 1993-1999 Microsoft Corporation. Reservados todos los derechos.