
“La Iglesia no puede callar
frente a las políticas antivalóricas”
* Al cumplir 20 años como obispo diocesano, monseñor Moreno conversó con Tendencias sobre los difíciles tiempos que la Iglesia ha debido afrontar, y repasa los principales ejes de sus 17 años de ministerio en la zona.
Francisco Bañados Placencia
¿Le gustaría trabajar todos los domingos durante el resto de su vida? Si su respuesta es afirmativa, es bien probable que sea usted una de esas personas que, por vocación, consagran el séptimo día al trabajo menos terrenal de todos, y que más encima lo hacen con alegría. Monseñor Antonio Moreno Casamitjana es uno de esos hombres. Lleva casi seis décadas en el sacerdocio y, de seguro, ni se cuestiona lo de las jornadas dominicales.
Hace justo una semana, en la Catedral de Concepción, el religioso celebró por partida doble: cumplió 79 años de vida y 20 como arzobispo. A fin de año cumplirá 17 lustros a la cabeza de la arquidiócesis que le encomendara el recordado Papa Juan Pablo II. En esa calidad conversó con Tendencias sobre los desafíos que en este tiempo le ha tocado afrontar.
“La sociedad está viviendo un cambio cultural muy fuerte, que ha hecho dudar a mucha gente de su fe, y por eso mi acentuación ha estado en formar un clero que esté en condiciones de responder a las exigencias de estos tiempos. Pero eso no lo puede hacer el sacerdote solo; también se necesita un laicado con una formación que le permita estar alerta a las cosas que se van metiendo por los medios, de manera casi imperceptible, y que la sociedad tiende a recibir acríticamente”, explica.
-A usted le ha tocado hacer frente a tiempos particularmente difíciles para la iglesia, a nivel global. Un cambio fuerte en la cultura, en las costumbres, en las formas de comunicarse... Y en este contexto, la Iglesia ha sufrido el alejamiento de numerosos fieles...
-Ese alejamiento yo no lo he experimentado tanto. Hay una masa tradicionalmente cristiana que no tiene mayor vinculación con parroquias o con movimientos apostólicos, y esas son justamente las personas que se alejan. Uno no lo nota tanto, porque las personas que están vinculadas a la Iglesia siguen participando activamente.
-Otro indicador potente es el de las vocaciones sacerdotales y éstas, al parecer, han bajado en las últimas décadas.
-Las vocaciones se mantienen, el problema es que la población aumenta, y por eso no dan abasto a los requerimientos. Eso es preocupante. Pero en esta diócesis tenemos ordenaciones sacerdotales. Hace veinte años hubo una crisis fuerte, pero nos hemos recuperado y hoy tenemos un clero joven formado de acuerdo a las exigencias del mundo actual.
¿Giro conservador?
-Desde su llegada a la diócesis de Concepción, algunos sectores han percibido un giro más conservador respecto a la gestión de monseñor Santos en los 80. Incluso hay quienes han hablado de un proceso de “derechización”.
-Hay que reconocer que a monseñor Santos le tocó una época muy diferente. Lo que yo he tratado de hacer es poner en obra lo que el magisterio de la Iglesia de Juan Pablo II y hoy la de Benedicto XVI, han venido diciendo durante todos estos años. Yo no me considero más derechista que Juan Pablo II y, claro está, él no era ni derechista ni izquierdista.
-Sin embargo, muchos consideran que el pontificado de Juan Pablo II marcó un retroceso respecto al proceso de apertura iniciado por el Papa Juan XIII.
-Juan XXIII asumía las nuevas realidades en el mundo, pero siempre desde los fundamentos de la fe, que eran muy claros. Ciertamente el Concilio Vaticano Segundo representó una apertura al mundo para poder difundir el Evangelio de siempre con mayor claridad, pertinencia, y sabiendo exactamente a quién nos dirigíamos. Una vez hecho esto, el mismo Papa Pablo VI, hacia el final de su vida, veía problemas muy graves en su Iglesia, y veía que la apertura no podía llegar a asumir como propios los cambios morales que experimentaba el mundo. Ya en ese momento se dejaban ver todos estos brotes relativistas, que se fueron intensificando, a tal punto, que Juan Pablo II y Benedicto XVI, tuvieron que lanzarse contra lo que llamaron “la dictadura del relativismo”, que hoy se está imponiendo.
-¿Es una opinión generalizada que ésta es la crisis más grande que ha atravesado la Iglesia?
-Desde Europa viene un proceso de descristianización de la cultura, y eso no puede menos que alarmar a la Iglesia, y hacerla que se cuestione cómo presentarle al mundo de hoy las verdades eternas del Evangelio. Frente a este fenómeno, lo que se necesita es que asumamos una actitud más misionera y menos acrítica, más clara en la difusión del mensaje de Cristo para la salvación del mundo.
-¿Aunque esa claridad implique perder a un porcentaje importante de gente que se consideraba cristiana?
-Eso puede suceder. Jesucristo no nos mandó a tener éxito, en el sentido de tener muchos adherentes a la Iglesia. Él dijo, vayan y observen el Evangelio, y advirtió claramente: “El mundo no los va a entender”. Eso no quiere decir que nadie lo vaya a hacer, pero difícilmente lo entenderá una persona formada en criterios relativistas, que busca el ejercicio de la libertad sin importar las consideraciones morales.
Otros derechos humanos
-En Chile, la Iglesia perdió popularidad cuando pasó de la defensa de los derechos humanos en los 80, a la defensa de los temas valóricos en los 90.
-Es bastante normal que eso sea así. Que la Iglesia defienda los derechos humanos es muy fácil de entender, pero a algunos les causa problemas que defendamos otros valores fundamentales, como la protección de la vida del que está por nacer, o el derecho a tener una familia bien constituida. Muchos deben sentir que la Iglesia agrede pseudoderechos que ellos creen tener, de vivir al margen de la vida moral.
-¿Se refiere por ejemplo, a la aceptación de la homosexualidad?
-La Iglesia nunca va a estar de acuerdo con la homosexualidad, y eso muchas personas piensan que es un derecho humano. Ahora, si las autoridades de un país están dispuestas a declarar que se debe defender ese tipo de derechos, la Iglesia va a decir ¡no! Esos no son derechos, y por lo tanto no es lícito que un estado los defienda.
-¿No asume con ello la Iglesia una postura poco tolerante?
-La tolerancia es respecto a las personas, pero uno no puede ser tolerante con la mentira. Puedo ser comprensivo con un ladrón, ponerme en su situación, tratar de ayudarlo para que no sea así, pero no le puedo decir “está muy bien que robe”. No puedo ser tolerante con el robo.
-Dice que la Iglesia acepta al homosexual mientras no incurra en actos homosexuales… Pero entonces, no habría mucho que aceptar…
-El acto homosexual es antinatural y malo en sí mismo. Yo no tengo autoridad para impedir que una persona haga el mal, pero como Iglesia tenemos el deber de explicar qué es la verdad, dónde está el bien y dónde está el mal. Si una persona dice que tiene tendencias homosexuales, debe comprender que tiene un problema y que hay maneras de superarlo. Hay que decirle que ese es un mal y que no es la solución para su vida.
-En nuestros tiempos, claramente esas posturas no son políticamente correctas...
-A la Iglesia no le importa lo políticamente correcto, sino actuar en obediencia del mandato de Cristo. Si ella se gobernara por lo políticamente correcto, nunca habría tenido mártires. En el Evangelio hay una frase de Jesucristo que muchas veces pasamos por alto y que debiéramos tomar muy en serio: “¡Ay de vosotros cuando todo el mundo hable bien de vosotros!”. Si eso pasa, hay que preocuparse.
Irreconocible
-Es evidente que las tensiones de la Iglesia con los gobiernos de la Concertación se han acentuado en los últimos cinco años, con la aprobación de la ley de divorcio, las campañas del condón, la distribución de la píldora del día después…
-Efectivamente, los gobiernos de la Concertación han puesto en el centro de sus políticas estos temas valóricos, siguiendo el ejemplo de España, y frente a ellos la Iglesia Católica no puede mantenerse callada. Cuando los socialistas hispanos tomaron el poder, un ministro dijo: “Cuando terminemos con nuestro proyecto, España va a ser irreconocible”.
-¿Chile se está convirtiendo en un país irreconocible?
-En Chile vamos con mucho más cuidado, pero es evidente que el proyecto valórico de la Concertación es el de España. No soy profeta, pero todo indica que hacia allá vamos. Todos los políticos católicos dicen que están contra el aborto, pero ya vimos lo que pasó con la píldora del día después. Ellos dicen que no es abortiva, pero la evidencia científica dice que sí lo es.
-Una vez que se abre un poco la ventana… ¿cuesta mucho cerrarla?
-Es muy difícil, porque eso sería inconsecuente. Si se sabe que esta píldora es abortiva, y aún así se permite y se reparte, ¿con qué argumento se va a prohibir el aborto? Lo que nos corresponde hacer como Iglesia es tratar de formar la conciencia del laicado, para que sean capaces de ver donde está la malicia, donde está el mal para la sociedad. La Iglesia no tiene la misión de cambiar el mundo. El mundo tienen que cambiarlo quienes tienen el poder de hacerlo, o sea los políticos. Lo que nosotros tenemos que hacer es iluminar las conciencias y, sobre todo, preparar a los hombres para actuar de una forma que sea provechosa para el ser humano.
La Universidad Católica y el Biobarómetro:
Los “chiches” de monseñor
Aunque se empeñe en atribuirle el mérito a otros, no cabe duda que la Universidad Católica de la Santísima Concepción es “el chiche” de monseñor Moreno. En efecto, la gestión del Gran Canciller de la casa de estudios fue fundamental para que pasara de una simple sede, a convertirse en la universidad que es hoy, y que esta semana cumplió 15 años.
Cuenta que “el desafío era demasiado grande” cuando la Pontificia le ofreció a la diócesis de Concepción hacerse cargo de esta sede. “Lo asumimos porque era una necesidad para la región que siguiéramos, porque le damos la posibilidad a los estudiantes más humildes, y de comunas más pobres”, explica. Dice que ya dieron grandes pasos en infraestructura y becas, y que el siguiente desafío es aumentar el número de profesores con postgrado.
Otra razón de orgullo es el centro de Bioética de la Ucsc, que se formó por iniciativa suya. Lo mismo que el Biobarómetro, orientado a mostrar las verdaderas preocupaciones, intereses y aspiraciones que mueven a la gente de la región, a ser un instrumento para medir “la presión del medio ambiente de nuestra región en materias de morales, económicas y éticas”.
“El Biobarómetro nos ha ayudado a detectar que, a diferencia de las mediciones que se hacen en la capital, por ejemplo en el modo de concebir la familia, los penquistas conservan y luchan por valores que las autoridades dan por superados”, agrega.
La paja del grano:
¿Católicos o no católicos?
-Para el censo de 2002, la mayoría del clero protestó ante una campaña para que no se registraran como “católicas” aquellas personas que no tenían un compromiso real con la Iglesia, y que se consideraban de esa forma por costumbre. Desde la perspectiva posterior, ¿piensa que fue un error oponerse a ello, y que tal vez habría sido más transparente, o incluso útil, separar la paja del grano?
-Nuestra vocación no es ser mayoría. Pero ser católico no es algo que se pueda definir tan matemáticamente. Implica un mínimo y una perfección. Si una persona está dentro de ese mínimo, uno no puede decirle: “mire, usted no es católico”. La Iglesia los asume como propios, con la esperanza de que lleguen a ser mejores católicos. Al Señor le tocará, al final de la historia, separar el buen trigo de la mala semilla.
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