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lunes, noviembre 06, 2006

Concepción, octubre de 2006
EDITORIAL-CIUDADADANA
En busca de la equidad territorial
El Estado chileno se ha construido a través de un proceso continuo y sostenido de centralización e intentos esporádicos de descentralización en su desarrollo territorial. Este ha devenido en una extrema concentración espacial en un área determinada, la Región Metropolitana de Santiago, la que según el Censo del año 2002 reúne más de un 40% de la población del país y más del 40% del PIB nacional.
La geografía chilena experimentó varios cambios entre 1536 y 1930, inicialmente debido a decisiones de la Corona española expresadas en Cédulas Reales, como la cesión de Tucumán y Cuyo al Virreinato de la Plata, guerras externas que permitieron la incorporación de Tarapacá y Antofagasta, celebración de tratados que cedieron la Patagonia a la Argentina, procesos de expansión de la frontera interna, como fueron la pacificación de la Araucanía y la colonización de Valdivia y de Aisén. Algunos de estos cambios hicieron surgir demandas descentralistas.
Esta suerte de dialéctica centralización-descentralización ha determinado la administración territorial del Estado, consagrada en la Constitución del año 1833 en el siglo XIX y en la de 1925 en el siglo XX. En este último se agregaron dos enormes desastres naturales.
El primero, en 1939, obligó a modificar la geografía económica mediante la intervención de la Corfo; y el segundo, en 1960, introdujo la idea de un cambio en la geografía-político administrativa del país, abriendo las puertas para lo que más tarde se llamó regionalización.

Desfase cognitivo

A mediados de los sesenta, en el gobierno de Eduardo Frei Montalva, con la creación de Odeplan, el Estado inició un tratamiento más sistemático del tema y promovió una política nacional de desarrollo territorial, concretando un pensamiento que tenía varias décadas de gestación. Para implementar esta idea se convocó al economista Jorge Ahumada y al académico norteamericano John Friedmann. Posteriormente, en 1974, las regiones adquirieron un estatus administrativo y en 1980 rango constitucional, junto con otras modificaciones de la administración territorial, lo que ha perdurado hasta nuestros días.
Un obstáculo importante en la implementación de diferentes políticas y acciones del Estado chileno en el campo de la administración territorial ha sido un profundo desfase cognitivo entre pensamiento y acción, lo que ha contribuido a su escasa eficacia y eficiencia.
Las intervenciones territoriales -tanto institucionales como administrativas y económicas- se han diseñado sin que los responsables políticos y técnicos entiendan con claridad la naturaleza, estructura y dinámica de los procesos de cambio social en el territorio.
Barreras estructurales, ligadas a la cultura administrativa y a la cultura social del país y un conjunto de escollos más contingentes, han impedido dotar de suficiente fuerza a las políticas territoriales. Esta situación ha conducido a que el crecimiento de Santiago se haya hecho incontenible, sin perjuicio del experimentado en las últimas décadas por ciudades como Iquique, La Serena, Curicó, Temuco y Puerto Montt.

Falta identificarse

A lo anterior debe sumarse que la economía del país ha estado y está muy ligada a las exportaciones de recursos naturales, la principal fuente del dinamismo experimentado en las últimas décadas. Como se ha demostrado en recientes investigaciones, una economía que ancla su crecimiento en este tipo de bienes y servicios y sus ventajas comparativas ofrece pocos grados de libertad para modificar el patrón de crecimiento entre las regiones, dada la especificidad territorial de los recursos naturales existentes.
En definitiva, la ausencia de identidades regionales sólidas, la escasa legitimidad de los gobiernos regionales, la relativa precariedad de los recursos financieros, la desarticulación y la falta de coordinación en la aplicación de los instrumentos específicos de promoción del desarrollo regional y local, el nivel relativamente débil de conocimientos actualizados sobre los procesos de cambios en el territorio por parte de la tecnocracia regional, la carencia de una actividad sustantiva -con algunas excepciones- de investigación científica y tecnológica para las regiones, son algunos de los problemas que deberán ser superados para dar mayor eficacia en la acción y una respuesta a la demanda por una mayor equidad territorial en el desarrollo del país.

Sergio Boisier