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miércoles, febrero 28, 2007

Mundo Indígena

El llamado del mapudungun
Por estos días la UNESCO celebró el Día Mundial de la Lengua Materna. Pareciera ser que para los pueblos originarios este día es un llamado a la reflexión, principalmente porque muchos de los pueblos originarios se encuentran con sus lenguas vernáculas camino a la muerte.

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Por Jaqueline CANIGUAN* /
La temática de las lenguas en peligro de extinción es un asunto que como pueblo nos invita a darle un vistazo, es más, no sólo una ojeada sino detenernos a reflexionar acerca de lo que sucede con el mapudungun, la lengua nacional de los mapuches. Actualmente, la mayoría de los estudiosos de las lenguas y los informes mundiales coinciden en señalar que existen alrededor de 6 mil lenguas en el mundo y muchos de ellos plantean que en las próximas décadas el avance acelerado del proceso globalizador –que también se extiende a las lenguas- nos dejará sólo con un centenar de ellas.
Según plantea Woodbury (1993) ‘para los lingüistas el problema es obvio: estamos a punto de perder la mayor parte de la diversidad lingüística que se ha desarrollado a lo largo de la historia de la humanidad’, sin embargo y coincidiendo con el mismo Woodbury, actualmente al menos para el caso de las lenguas originarias de Chile no se ve que los departamentos de lenguas de la academia chilena estén muy preocupados documentando, registrando y promoviendo el mantenimiento (en algunos casos) y la revitalizació n de las lenguas en otros.

El mapudungun, siguiendo la escala de Fishman, es una lengua que se encuentra camino a la extinción, principalmente porque la mayoría de sus hablantes corresponden a ancianos y adultos, existiendo carencia de hablantes infantiles. Sé que muchos discuten esta afirmación cuando me recuerdan los hablantes infantiles y jóvenes de Truf-Truf o el Alto Bío-Bío, sin embargo, no podemos ser ilusos y confiarnos en los pequeños nichos lingüísticos que existen en Wallmapu, cuando nuestra población recorre el Estado Chileno de sur a norte y abraza Los Andes en el Pwel Mapu.

Son múltiples y variados los temas respecto de la lengua que no han sido abordados y que esperan ser descubiertos, por enumerar algunos: no sabemos el número exacto de hablantes de mapudungun, nunca se ha realizado en Chile un censo lingüístico que establezca el número de hablantes de las distintas lenguas originarias existentes en Chile; las variantes dialectales no han sido completamente abordadas; el proceso de adquisición de la lengua, información que contribuiría enormemente en el diseño de metodologías de enseñanza del mapudungun como segunda lengua. Son tantas y variadas las tareas por realizar que muchas veces nos perdemos en discusiones acerca del nombre del idioma mapuche, mapudungun, mapuchedungun, mapundungun, mapunchedungun, cada denominación tiene defensores y detractores, así como la constante discusión entre lo mapuche y lo mapunche.
Muchas veces me pregunto si hace alguna diferencia que me autodefina mapuche o mapunche, cuando la última denominación comencé a oírla al llegar a la ciudad, y toda la vida escuché de la boca de mi tía-abuela machi Juanita que somos mapuche, de la tierra, del aire, de las plantas, de los espíritus de los esteros, del mar y que lo son también los mapuche que nacen y crecen en la ciudad, que se fueron cuando las tierras se achicaron o como mi abuelo que salió de la comunidad para “caminar el mundo” como el dice todavía mirando hacia el horizonte.

Mientras nos sumimos en discusiones de cómo decir una cosa u otra, o de cuál alfabeto utilizar si Ragileo, si el Unificado, si el de la UCT y el tan promovido alfabeto Azümchefe de la CONADI, el tiempo avanza y cada vez corre con más prisa, y las tareas que apremian quedan estancadas en palabras y más palabras. Es urgente una definición política acerca de las lenguas indígenas en Chile, una política lingüística que contribuya a valorar la riqueza de la diversidad, una política que trascienda las regiones “con presencia indígena”, hoy es la sociedad chilena en su conjunto quien debe ser educada en la diferencia.
Aprender que no sólo existe el español chileno (con todas sus variantes) sino que aunque queden pocos, aún se oyen cantos, cuentos y conversaciones en otros idiomas y en el mismo territorio. Pero si bien, esto es una urgencia, no podemos nosotros como mapuche dejar toda la responsabilidad al Estado, sino que en nuestro ser personal y colectivo como pueblo, las pequeñas acciones pueden ser el motor que levante, despierte, reviva el mapudungun más allá de los discursos rituales o las frases de saludos y despedidas de los dirigentes en las reuniones.

El mapudungun espera paciente seguir viviendo en la boca de su gente, en el canto de los niños, en los chistes de reuniones. Las adivinanzas se están escondiendo en los recuerdos de los ancianos, parece que golpean por salir para grabarse en las nuevas generaciones. Los juegos de palabras son una metodología de enseñanza que puede permitirnos reencontrarnos con el idioma. Insisto, todos tenemos tareas en este afán por no dejar morir el mapudungun, unos en la academia, otros en la política, pero todos en nuestra cotidianeidad, en la conversación familiar, en los encuentros de amigos, en el paseo de fin de semana… en fin son tantas las instancias en las que podemos ir practicando aunque sea un juego mínimo de palabras.

La revitalizació n de la lengua mapuche no puede circunscribirse solamente a programas de Educación Intercultural, debe ir más allá de aquello. La enseñanza de la lengua no puede seguir siendo tomada de manera fácil, se hace necesario invertir en formación de docentes de metodología del mapudungun como segunda lengua, y nosotros mismos asumir que para la realidad actual de la lengua, el idioma mapuche dejó de ser lengua materna de la mayoría, es para muchos de nuestros hijos e hijas, una segunda lengua y es allí, donde debemos enfocarnos, a programas que no sólo fomenten la lengua como instrumento de comunicación, sino que como un factor de identidad nacional.

Actualmente las organizaciones del movimiento mapuche, son el nuevo agente educador que existe en las comunidades tanto rurales como urbanas. Reflexionemos, ¿En cuántas comunidades la organización social es el centro de la conversación, el lugar donde las personas aprenden desde textiles y cerámica hasta liderazgo y derechos colectivos? La demanda de tierras, sedes sociales y proyectos productivos, constituyen una necesidad real y concreta, pero no es menor que un pueblo no se sustenta sólo en producción y recursos de orden económico.
Un pueblo tiene también valor y riqueza en su patrimonio intangible, y la lengua es parte de ese patrimonio, así como hay llamados constantes a recuperar territorio, así como hay continuas marchas para que se distribuyan los recursos de los programas gubernamentales, las organizaciones y sus líderes, debieran incluir en sus agendas que los programas culturales y culturalistas que se desarrollan, no dejen el 10% para la voz de la historia. Estamos muy a tiempo, el árbol de la palabra sigue aún con raíces firmes, sólo falta conseguir un buen abono para que consiga dar frutos todos los años, y no muera en su intento por sobrevivir / Azkintuwe
* Su autora es lingüista y poeta. Miembro del Consejo Periodístico de Azkintuwe