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miércoles, febrero 28, 2007

Mundo Indígena

Antolín Curriao: la silenciosa partida de un lonko que luchó contra Ralco
Salió del anonimato hace más de diez años para dar una larga pelea en contra de la central Ralco en el Alto Bío Bío. Junto a las emblemáticas hermanas Quintreman, no dejó de dar la batalla en defensa de su cultura pehuenche. El 23 de noviembre, don Antolín falleció, sin portadas en los diarios ni reportajes especiales. Esta nota es un recuerdo a su memoria.

Fue un tenaz luchador en contra de las centrales Pangue y Ralco. Cada vez que podía, en su territorio o fuera de él, incluso en el extranjero, José Antolín Curriao Pinchulef, lonko de Quepuca Ralco, defendía su tierra:
“Nosotros estamos totalmente en contra de la represa, porque si se llegara a instalar la segunda represa, quedaríamos sin tierra donde trabajar, donde nos hemos criado. Eso sería hacer desaparecer nuestra cultura. Queremos seguir viviendo en nuestras tierras y en comunidad según nuestra tradición y como lo han hecho nuestros antepasados”.
Es lo que dijo durante el Primer Cabildo Ambiental para debatir sobre Ralco, realizado en Concepción el 28 de junio de 1996. Ya pasaron más de diez años y las palabras de don Antolín parecen haberse quedado olvidadas en el tiempo. Pangue y Ralco se construyeron y están en plena operación. Los que alguna vez se opusieron a las represas , debieron resignarse ante los hechos consumados.
Fue lo que quizás ocurrió con don Antolín, que de tener una pública y mediática figuración por un largo tiempo, de la noche a la mañana no se vio más. Pero él seguía en Quepuca Ralco, defendiendo su cultura. Hasta que el 23 de noviembre pasado, una enfermedad terminó con la vida de este lonko luchador. Su muerte no ocupó portadas de los diarios ni motivó largos análisis de su vida y obra. Tampoco provocó apasionadas reacciones de amor o de odio. Su muerte fue silenciosa. Llorada y sentida por sus más cercanos, su mujer Lucía Reinado, su hija María, sus otros diez hijos, sus nietos y sobrinos.
Nunca dudó frente a la causa que lo hizo salir del anonimato de su existencia tranquila en el Alto Bío Bío, al lado del río Queuco, con sus vacas, ovejas y cabritos, con su mujer, con sus hijos, viviendo en su tierra, la misma que habitaron sus antepasados.
“Ralco inundará nuestras tierras donde hemos nacido y nos hemos criado. Sería un dolor muy grande, nuestra tierra es nuestra madre”, decía en una carta que junto a otros pehuenches opositores a Ralco, entregaron al entonces presidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle, en 1997.
Y si bien el terreno de don Antolín no fue inundado por la embalse, para él la defensa de la tierra era intransable. Por eso participó en cuanta reunión, manifestación o jornada se organizó para tratar de detener la construcción de la Central Ralco. Muchas veces anduvo con las emblemáticas hermanas Berta y Nicolasa Quintreman. Pasó olores, disgustos y malos rato, pero nunca echó pie atrás.
“Yo espero que Ralco no se haga, confío en Chachao, hemos salido adelante gracias a su ayuda. No nos sentimos solos, porque estamos defendiendo nuestra tierra y nuestra cultura”.
Pero Ralco se hizo y don Antolín quedó con un gran dolor que no siempre expresaba, aunque podía adivinarse en sus ojos tristes cuando se le preguntaba por lo que había pasado. Seguramente con esa tristeza partió con Antolín, a los 74 años, añorando su río, su casa, su familia, sus animales...
“Nosotros nos consideramos los primitivos habitantes de este país. Fuimos los primeros que vivimos en Chile, antes de que llegaran los españoles. Entonces consideramos que somos los verdaderos dueños de las tierras, pero las autoridades no lo reconocen. Por eso esto se nos hace más doloroso, porque con esta represa quedarían inundados nuestros cementerios, donde están nuestros antepasados. Eso nos duele, porque la represa quedaría encima de nuestros muertos y porque la represa es un dolor...”
Sin duda que su figura menuda, sus palabras sentidas, su amor por lo suyo, quedarán en el recuerdo de muchos de quienes lo conocimos.
Por M.E.Vega