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ITATA

jueves, octubre 12, 2006

APROXIMACIÓN A LOS ESPACIOS SAGRADOS EN EL LAFKENMAPU ELSITIO IGLESIA DE PIEDRA – COBQUECURA (VIII REGIÓN)

Agradecimientos: Ilustre Municipalidad de Cobquecura
Universidad Academia de Humanismo Cristiano
Habitantes de Cobquecura

Marco Arenas, Cecilia Delgado, Karen Fahrenkrog, Felipe Frex, Joan Sotomayor, Mariana Valenzuela, Carol Valdivia, Francis Villagrán*


RESUMEN

En la presente investigación se busca una puesta en valor del sitio Iglesia de Piedra, considerándolo como un espacio sagrado dentro de una significación cristiana superpuesta a una significación indígena perdida. La investigación propone una estrategia de aproximación a dicha significación perdida a partir de la evidencia arqueológica y su particular ubicación en una formación geológica asociable a un espacio sagrado, según las creencias que ha conservado la cultura mapuche y que podemos ubicar dentro de las categorizaciones establecidas a partir de los mitos de petrificación, de amplia difusión en el área centro sur andina y las piedras santas, que persisten en el cuerpo de creencias mapuches hasta la actualidad. Lo anterior indica que nuestra comprensión de este espacio sagrado pasa además por una aproximación etnohistórica y etnográfica.

1.- ANTECEDENTES GENERALES
Durante los días 16 al 26 de septiembre de 2004 se realizó una primera salida a terreno de un equipo de trabajo de estudiantes de la Escuela de Antropología U. A. H. C., a la localidad de Cobquecura, con los objetivos de realizar una primera entrada etnográfica y avanzar en el reconocimiento de un sitio arqueológico conocido como Iglesia de Piedra, asociado preliminarmente a un espacio sagrado tanto para una comunidad prehispánica que habitaba este espacio, como para la actual comunidad cristiana de Pilicura, vecina inmediata al norte del pueblo de Cobquecura.
El sitio había sido reconocido en Febrero de 2004 por M. Arenas, discutiendo con el Catedrático de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, Daniel Quiroz, la importancia de los restos cerámicos asociados al sitio; como la posibilidad de la interpretación de un espacio sagrado indígena, aludiendo a las características naturales de la formación geológica dónde se encuentran emplazados y a la importancia del actual significado para la comunidad de Pilicura. Con la tutoría del profesor Quiroz se elaboró una estrategia de aproximación a la problemática planteada que incluyera un enfoque arqueológico, un enfoque etnohistórico y un enfoque etnográfico. El proyecto de investigación se encuentra en pleno desarrollo, presentándose en esta oportunidad los antecedentes que permiten postular -a modo de hipótesis- que la actual Iglesia de Piedra constituyó un espacio sagrado para las poblaciones Lafkenches que habitaban este segmento de la costa de la VIII Región de Chile.


2.- EL SITIO IGLESIA DE PIEDRA
El sitio Iglesia de Piedra se encuentra ubicado en el sector de Pilicura, 5 km al norte del pueblo de Cobquecura, VIII Región. Corresponde a un monumento natural que delimita por el norte una reserva de lobos marinos que parte desde la punta Lobería, ubicada a la misma altura del pueblo referido. Su carácter de monumento natural se asocia por un lado a la reserva de lobos marinos como a las particulares características de su estructura geológica. Dicha estructura se erige en el borde mismo de la costa como un pequeño cerro satélite, de más de 200 metros de extensión en su orientación este-oeste, un ancho que sobrepasa los 100 m. y una altura máxima de 40 metros. Su basamento o roca fundamental esta constituida por un intrusivo granitoide de origen paleozoico atravesado ocasionalmente por vetas de cuarzo. Su particular composición ha permitido resistir la erosión. La formación se introduce en un ambiente geológico donde domina el esquisto micáceo caracterizado como parte de la formación conocida como “paleozoico serie oriental”.
El centro oeste de la formación es donde el cuerpo geológico alcanza su máximo ancho, encontrándose dominado internamente por una gran caverna natural. Por el lado sur se proyectan dos entradas de distinto tamaño que se conectan a través de amplias galerías con una bóveda central. Una tercera galería, la más larga en extensión (70 m), se proyecta desde la bóveda central en dirección noroeste, donde se ubica una entrada a la caverna. Esta entrada es la que se encuentra más próxima a la línea de mar, siendo golpeada constantemente por el oleaje. La superficie de la formación esta cubierta con una vegetación costera espesa y baja que se distribuye entre una pequeña plataforma superior y algunas laderas que se cortan abruptamente.
Documentos coloniales señalan que el límite de una población indígena que habitaba este sector se encontraba en “... la piedra nombrada Pilicura que esta a las orillas del mar dentro de las tierras de dicho pueblo...”. Como hemos visto, la localidad conserva actualmente el nombre de Pilicura, caracterizando a una comunidad rural estrechamente ligada al pueblo de Cobquecura. Lo que ha cambiado es el nombre de la piedra que esta a las orillas del mar, la actual Iglesia de Piedra.
El control de este dato permite afirmar que el sitio que hoy conocemos como iglesia de Piedra se llamaba en chedungú Pilicura. La partícula cura o curra se ha interpretado como piedra, mientras que para pili se han encontrado dos acepciones que nos pueden aproximar a su significado original. Uno de los significados podría tener su origen en la palabra pilun, que se puede interpretar como frío. El otro puede constituir una simplificación de la palabra pillan. Es decir pili = pilli = pillán, entendiendo esto último no como el demonio satanizado por curas y misioneros sino como “lo sagrado”. Los dos significados se pueden asociar a la roca, tanto desde el punto de vista de sus características naturales como en su dimensión simbólica. Nuestra asociación puede estar más orientada a reconocer en la roca de Pilicura a un Pillankurra, en un lenguaje más sincretizado, a una “piedra santa”.
Como la mayoría de las formaciones rocosas extraordinarias esta envuelta de algunas leyendas. Un relato de un antiguo vecino de Pilicura Alto, recogido por el Taller de Acción Cultural señala: “Contaban los antiguos que arriba hay un hoyo y que avía hasta un encanto. Dicen que una roca que esta al lado, ahogada, rodeada por mar, dice que ahí se veía una niña con una peineta muy linda. Y después que ya se peinaba y estaba un rato así, se tiraba al agua”.
“Arriba había un hoyo tremendo, entonces desde ahí se dejaba caer p’abajo. La gente de por acá de los cerros veía las cosas que salían, un encanto que le llaman. Y en la noche veían rosas iluminadas que se aparecían donde mismo desaparecía la niña. Eso lo contaban los antiguos, alguna gente los seguía, tal vez serían cosas de los indios, entierros. Un vecino de por aquí decía que había pillado una tinaja arriba, todavía se nota donde la quebraron, están los pedazos de losa y todo...”
Lo anterior indica que los vecinos más antiguos de Pilicura reconocían restos de la presencia indígena sobre la roca, una roca envuelta en leyendas y sincretizada también como sagrada en algún momento de la historia de la actual comunidad. En efecto, una unidad arqueológica se encuentra ubicada sobre esta formación, inmediatamente arriba de la entrada noroeste, la más próxima al mar. Las condiciones particulares de su ubicación, en una ladera que conecta con la cima en la misma dirección de la entrada referida, expuesta al viento y prácticamente en la misma línea del rompeolas en marea alta, no hacen referencia de un sitio habitacional o actividades de recolección marina. Hasta el momento se puede dar cuenta de una importante concentración de fragmentos cerámicos y ocasionales restos de conchas de loco (Concholepas sp.) que no alcanzan a caracterizar a un conchal.
Reconocemos en la antigua roca al lado del mar, llamada Iglesia de Piedra o Pilicura, un espacio sagrado, una piedra santa dentro de las categorizaciones del corpus de creencias religiosas mapuches. Como tal tiene que haber sido utilizada como un espacio ritual, como lo estaría testimoniando lo que hemos interpretado como restos de ofrendas cerámicas en su ladera poniente. Estos rituales podrían estar asociados al mar y a los espacios de comunicación con el inframundo (reni), simbolizado en las grutas o cuevas. Ambas características se cumplen en el sitio Iglesia de Piedra.
En algún momento de su historia más reciente, como se ha señalado, la comunidad cristiana de Pilicura sincretizó este espacio, cambiándole el nombre antiguo de Pilicura por el actual de Iglesia de Piedra. El cambio de nombre, pensamos, no sólo obedece a las características naturales de la gruta interior que domina la formación, sino que además se relaciona con la ocupación del espacio ritual dentro de la practica cristiana de la misa, superpuesta a una significación indígena sagrada, dominando el espacio de la entrada sureste de la gruta con efigies de la virgen del Carmen, y significando una filtración de agua recogida en una pequeña pileta labrada en la roca al lado de las imágenes religiosas, como sagrada, “bendita”.
La Sra. Adriana Oliva nos cuenta que las misas oficiadas en la Iglesia de Piedra se realizan los días 8 de diciembre, cuando se celebra a la virgen Purísima. Señala que la última misa se habría efectuado hace unos tres años. La misa se efectúa al interior de la gruta, en la bóveda central. A veces el oficio religioso convoca a los vecinos de Pilicura y sus comunidades más inmediatas, como Los Maquis, Buchupureo, y Cobquecura. Hace unos cinco años, además de las comunidades ya señaladas, habrían llegado en procesión vecinos de las comunidades de El Molino y Taucú. El día de la Purísima es una fiesta religiosa como tantas otras que se celebran en las comunidades cobquecuranas, en el caso de Pilicura su parroquia esta consagrada a la virgen de Fátima. Cuando se efectúa misa en la Iglesia de Piedra, con el permiso solicitado a la virgen, las comunidades tienen un día de convivencia en la playa. Cada familia lleva su comida y bebida y todos comparten con alegría. La procesión hacia la Iglesia de Piedra implica que cada comunidad llega caminando al santuario, portando el estandarte de su comunidad religiosa y trayendo en procesión la efigie de la virgen o santo a la cual esta consagrada cada parroquia.
Sobre la antigüedad de la celebración de la misa en la Iglesia de Piedra, las opiniones son divergentes. La Sra. Adriana Oliva recuerda una gran procesión realizada a la Iglesia de Piedra, el año ’59 o ’60 del siglo recién pasado, cuando ella todavía era una niña, siempre asociada al culto de la Virgen del Carmen. Otra referencia de comienzos del siglo XX señala que “poco al S. de la punta Maquis se encuentra la puntilla Iglesia de Piedra, llamada así por tener una roca muy marcable”.





3.- ALFARERÍA Y RELACIONES PRELIMINARES
Una descripción sumaria de los restos de alfarería recolectados en la superficie del sitio permite inferir que se encuentran representados una gran variedad de “tipos” y “formas”. En la muestra destaca un tipo confeccionado a partir de la superposición en espiral de “tiras” o “lulos”, configurando vasijas globulares que conservan el color natural de la pasta o bien denotan la presencia de hollín en la cara exterior, la cual conserva visible las “estrías” producto de la unión de los rodetes, dando la apariencia de una textura corrugada, la cara interior en cambio se encuentra alisada. Las “estrías anulares” parten desde la base, con un desarrollo en espiral y se extenderían hasta el borde mismo de la pieza, dándole a este tipo de fragmentos un claro valor diagnostico.
Un tipo similar reconocido en el sitio de Quivolgo, desembocadura norte del río Maule, es descrito como “pardo inciso”, con un valor diagnostico relativo, dificultando su interpretación, según el autor seguido, lo erosionado de la muestra. Con relación a los otros tipos descritos en el mismo sitio, tendría una baja frecuencia. En este trabajo se describe además el fragmento de un borde con “trazas de un asa de sección circular”, colectado por Uhle en 1911, de factura idéntica a los encontrados en Iglesia de Piedra, y que se conservaría en las colecciones del Museo Histórico Nacional.
Al sur del río Itata, relacionados con el complejo El Vergel se han descrito ollas utilitarias con dos asas y este tipo de estrías anulares en el cuello, conocidas como “challas”, las cuales permanecen en uso hasta hoy entre los mapuches. Sin considerar la exposición de las estrías anulares en la superficie de las piezas, un dato etnográfico de fines del siglo XIX describe el trabajo de la cerámica de la siguiente manera: “cuando el material estaba bien amasado, se sacaba de él puñado por puñado para trabajarlo. Primero se formaba con ese barro de greda y ücu el asiento redondo del vaso por hacer, dejándolo extendido sobre un plato. Luego se tomaba otro puñado de la masa preparada y se la transformaba entre las palmas de ambas manos en tira o “piulo”. Cuando ese piulo había alcanzado el largo suficiente se lo depositaba sobre el asiento redondo siguiendo la circunferencia de este; allí se apretaba con los dedos el piulo sobrepuesto. Enseguida se sacaba un segundo puñado del material disponible, se lo estiraba en piulo y se lo colocaba encima de la tira anteriormente puesta; contra ésa se lo estrechaba y se allanaba afuera y adentro (...) Según lo que querían confeccionar, dejaban la anchura, la altura y la forma del vaso en hechura...”.
Juntos a estos fragmentos cerámicos de técnica en “piulo expuesto”, aparecen otros asociados a vasijas “rusticas”, de paredes delgadas y gruesas, cuerpos globulares y superficies alisadas en forma irregular por ambas caras, conservando el color natural de la pasta, fragmentos en una o ambas caras con engobe rojo, cuellos de ollas “grises” reforzados y acanalados. Fragmentos pulidos y bruñidos de paredes finas y gruesas con engobe rojo y la presencia de un fragmento bícromo bruñido, combinando un color blanco “marfil” y el color natural de la pasta.
Un reconocimiento arqueológico de Pilicura da cuenta al menos de ocho sitios en la línea de costa entre la lobería y la Iglesia de Piedra, asociados en su mayoría a conchales y a un espacio ritual conocido en la actualidad como Iglesia de Piedra. Los reconocimientos de dichos sitios permiten asociarlos preliminarmente al período tardío y colonial temprano, vinculados posiblemente a una explotación de baja intensidad de los recursos marinos. A estos se puede añadir el sitio al que hemos bautizado como La Ventana, dos kilómetros al norte de Iglesia de Piedra y que se ha asociado preliminarmente a la explotación de una veta de roca blanca aun no identificada. Otro sitio reconocido se encuentra a un kilómetro aproximadamente al este de iglesia de Piedra, en una rinconada con recursos de agua, potreros y vegas. Podría asociarse preliminarmente a un espacio habitacional extenso, con restos de alfarería del período tardío, mano de moler fragmentada, cuchillo de obsidiana y pala de esquisto formateada. Este sitio presenta un particular interés para una futura investigación puesto que puede estar dando cuenta de un patrón habitacional relacionado con la piedra santa de Pilicura y los conchales “extensos” que jalonan la costa, ocupación que podría haberse extendido hasta el período colonial temprano.
Un análisis más detallado de las técnicas de manufacturas, formas y pastas presentan la posibilidad de asociaciones espaciales y su arribo a un “espacio de ofrenda ritual”. Su adscripción cultural depende de un estudio más detallado, pero la presencia de restos cerámicos tratados con engobe rojo y blanco, más una composición bícroma, podría estar señalando una adscripción cronológica al menos desde el período Intermedio Tardío.
Se ha señalado por algunos investigadores que restos cerámicos encontrados en la localidad de Pelluhue, en el sector sur costero de la cuenca del Maule, podrían adscribirse preliminarmente al complejo agroalfarero del período Intermedio Tardío, conocido como El Vergel, lo que estaría señalando cierta permeabilidad, a lo menos en el espacio costero, de rasgos El Vergel, desde el sistema del Itata al sistema del Maule. Por los grupos cerámicos descritos para el patrón Pelluhue (café alisados, pulidos, revestidos blancos y revestidos rojos fundamentalmente) detectamos una gran similitud con los restos cerámicos provenientes de Iglesia de Piedra. Los investigadores citados clasifican al tipo cerámico -que hemos denominado preliminarmente “piulo expuesto”- dentro del Patrón Pelluhue, Grupo N° 9, Alisados. En general se caracterizan por presentar ambas superficies bien alisadas, pasta homogénea y antiplástico de cuarzo, mayoritariamente. Reconocen las estrías de los rodetes expuestos como parte de la decoración de algunas piezas del grupo cerámico, señalando que “se registran bordes y partes de cuerpo globular, que muestran los rodetes en el exterior como forma de decoración, a manera de “acanaladuras”.
Se a podido identificar en la casa de la señora Ilse viuda de Vega, en el pueblo de Cobquecura, una pieza de alfarería, la cual según nuestra informante, habría sido encontrada por trabajadores mientras se construía un camino en el sector de Buchupureo, durante uno de los mandatos edilicios de su esposo, Jorge Vega. La pieza es de un valor diagnostico excepcional, correspondiendo a un jarro típico del Complejo El Vergel.
Es importante señalar las posibilidades de correlación cultural del tipo o patrón que hemos discriminado como “piulo expuesto” reconocido en el sitio Iglesia de Piedra, ya que estaría dando cuenta de un enlace costero con la desembocadura del Maule, extendiéndose como rasgo cultural por toda la costa de la Araucanía, llegando hasta la desembocadura del río Calle-Calle. Dicho rasgo estaría presente en el complejo El Vergel y se proyectaría hasta bien entrado el siglo XX en la producción cerámica domestica de lo que se conoce como cultura mapuche.


4.- APROXIMACIÓN A LOS ESPACIOS SAGRADOS EN EL
LAFQUENMAPU
La designación de un territorio denominado Lafquenmapu deriva de una categoría etnohistórica para designar a un grupo o grupos mapuches que habitaban la costa de Arauco, los llamado lafquenche. El espacio territorial que nos ocupa, correspondiente a la costa de la provincia de Ñuble, comuna de Cobquecura, despierta la interrogante sobre la aplicación de esta definición, que alude por interpretación a la “gente de la costa”. Por el momento la consideramos operacional ateniéndonos a la toponimia local y su cercanía territorial a lo que históricamente se conoce como “mapuche”. Uno de los objetivos complementarios de la presente investigación es poder establecer una adscripción cultural preliminar a través del estudio del material ceramológico y asociarlo a la utilización de un espacio sagrado con fines rituales. En este sentido información etnográfica documental referida al área mapuche y estudios del área andina permitirán una aproximación preliminar a la comprensión de estos “espacios”.
Según señala Guevara para el área mapuche: “En el mismo siglo XVIII i aún en el siguiente quedaban supervivencias acerca de la veneración a ciertas rocas que tributaban algunas tribus.
Abundan en todas las comarcas del territorio indígena, rocas fijas, no de origen humano, de diferente naturaleza jeológica, en la costa, en el centro i la región andina. Ya afloran en grupos o aisladas en algunas pendientes, ya en medio de algún campo despejado se levantan como siluetas raras que infundían temor al indio. Unas, de 2 a 3 metros de altura vertical, se enderezan rectas i otras un tanto inclinadas. Algunas se angostan hacia arriba i otras apenas disminuyen del grosor que presentan al ras del suelo (...)
Los indios suponían dotadas estas rocas de un poder misterioso, eficaz para el grupo familiar, i las invocaban a menudo o concurrían al pie de ellas para hacer sus peticiones.
Varias de estas piedras había en los cerros de las cercanías de Angol; los indios comarcanos reconocían el poder sobrenatural que las entrañaba. En Trompulo, en Huichahue, al este de la ciudad de Temuco, en las orillas del río Malleco i en diversos lugares de la costa y de los flancos de Nahuelvuta, no era difícil hallarlas.
Este respeto a las piedras se mantuvo con bastante fuerza todavía hasta la mitad del siglo XIX por lo menos” Parte de estas manifestaciones se podrían asociar preliminarmente a los mitos de petrificación que dentro de la noción cultural andina, tienen de por sí “el mérito de ser una realidad natural percibida y valorada más allá de sus propiedades mecánicas, esto es, concebidas como especiales, sagradas” .
Es decir los mitos de petrificación, la concepción sacra de la roca, nos acerca como investigadores al conocimiento de aspectos de la sociedad que los utiliza, como es por ejemplo la manifestación de la percepción del espacio sobre la base de oposiciones que se dan a lo largo de los relatos (como arriba/ abajo, dentro/ fuera, mar/ tierra, etc.) y que se van transmitiendo de generación en generación, y a las que se tiene acceso gracias a estas transmisiones orales o al uso de fuentes documentales.
Dentro de los mitos de petrificación se pueden encontrar, según Galdames, dos secciones diferentes que a su vez se complementan: Piedras convertidas en humanos para tornar nuevamente a piedras, y seres vivos que en algún momento de su existencia devienen en piedras.
Un ejemplo de lo anterior se da en el relato de Manquian, consignado por Lorenzo Ayllapan. En el relato se da cuenta de la historia de un joven mapuche, cuyas virtudes resaltaban sobre los demás jóvenes del grupo. Hacia 1920 va peregrinando con su grupo sobre el cerro Queuli que estaba rodeado por un sinnúmero de rocas de todos los tamaños. En el trayecto percibe las imágenes de una serpiente multicolor y de un pájaro Ñennú que indicaban al joven que algo había de suceder. Al tener sed decide tomar de las cristalinas y puras aguas del cerro, cuyo sonido al caer sobre las rocas asemejaba al de una llave. Mientras bebía e ignorando el poder que poseía el cerro, Manquián representa a esta agua como si fuesen una hermosa joven orinando. Y así casi sin darse cuenta nota que sus dos pies se encuentran pegados a las rocas, y poco a poco al pasar los días el mismo se va convirtiendo en roca. Pero esto no es denotado por el mito como una significación negativa, sino que gracias al convertirse en roca Manquián se convierte en dueño y señor del mar que lo ha elegido a él como protector del pueblo mapuche frente a la invasión huinca.
De esta manera tenemos una concepción de la roca como de poder dentro de un ámbito ritual que la reviste de significación. El hombre virtuoso al convertirse en piedra adquiere un nuevo rol que le permite inclusive controlar fuerzas naturales al servicio de los de su grupo.
También vemos como esta concepción se articula como discurso en contra de los “usurpadores de la tierra”, en este caso los huincas. Así se puede dar cuenta que los mitos de petrificación no sólo alude a concepciones de espacio o ritualidad, sino que se configuran también como discurso político. En este sentido, el mito de petrificación da cuenta de un discurso de poder que articula una serie de significaciones, de tal manera que dan sentido a las propias concepciones grupales del mundo, y explica los sucesos históricos por los cuales se está atravesando.
La idea de petrificación comúnmente se encuentra asociada a cerros de gran tamaño donde se pueden hallar rocas de una envergadura considerable, como se puede apreciar en la llamada Piedra santa de Retricura, ubicada cerca del valle cordillerano de Malalcahuellu. Corresponde a una roca de unos veinte metros de altura emplazad sobre un cerro y cuya forma semejaría a una pirámide triangular. Oyarzún relata que según la tradición del lugar, esta piedra concede un buen viaje a quienes se lo piden y dejan una humilde ofrenda sobre ella. Quienes no cumplen con la tradición pueden desatar el enojo de la roca y con ello llevar un mal viaje. Por ende se pueden encontrar por encima de esta roca pequeños presentes y restos de vela.
Dentro del ámbito andino, se tiende a señalar que es “usual la realización de peregrinaciones cúlticas a sitios donde se hacen peticiones y ofrendas a bloques pétreos de caprichosas formas que asemejan figuras humanas”. Si bien la piedra Santa de Retricura no asemeja una figura humana, puede perfectamente responder a esta concepción que la asocia a la idea de ritual, pudiendo esconder importantes concepciones mapuches acerca del espacio y las fuerzas naturales. En este sentido, la piedra tiene una connotación fundamental dentro de este tipo de nociones que dan cuenta de la idea de ritual fuertemente presente dentro de esta cultura, y que evidencia influencias que la transforman y complementan dentro de un tipo de configuraciones representacionales presentes en toda el área andina.
En efecto, Casamiquela da cuenta que la idea de lugares- piedra sagrados dentro de los límites meridionales del área centro sur andina y que se presentan en la articulación del mito de origen a tres tipos de nociones que los pueden caracterizar:

Conexión con entes de naturaleza espiritual.
Conexión con prácticas de carácter adivinatorio (oráculos).
Conexión con ritos propiciatorios.

Estos tres niveles articularían distintas fases presentes en el rito / mito que nos pueden hablar de oposiciones que se ejercen entorno a lo mueble / inmueble (movilidad/ inmovilidad de las personas que ejecutan un rito preciso entorno a una roca sagrada) y que finalmente dan cuenta una noción particular y fundamental de ritualización del mismo espacio donde se encuentran, donde las nociones anteriormente mencionadas pueden “implicar la acción intencional del hombre sobre los ritos de ceremonias”. Por otro lado, Foerster y Gunderman sitúan estas manifestaciones dentro del panteón de creencias mapuches, señalándolas como mediadores que determinan o definen un espacio sagrado, al encantarse en un lugar y ser objeto de culto, generalmente de forma anual o cíclica.
La Iglesia de Piedra, según las características antes señaladas, asociadas a un sitio arqueológico que se ha interpretado como un sitio de ofrendas en doble asociación al mar y a las cuevas, puede volver a resignificarse desde el punto de vista de la antropología, como un espacio sagrado, como una piedra santa, produciéndose un ensamble, en algún momento de su historia, entre la religiosidad indígena y la religiosidad popular campesina, prevaleciendo en la actualidad como un espacio ritual cristiano.
En este sentido queremos llamar la atención de la importancia que reviste el estudio exhaustivo no tan sólo de los mitos de petrificación, sino también de los espacios sagrados de ritualización que giran en torno a las grandes piedras, ya que ademán de poder dar cuenta de las conexiones entre “ideas” de gran amplitud geográfica, coloca en evidencia las nociones características en relación con un espacio y las maneras propias de un grupo en visualizar su propio mundo. Lo anterior puede señalar, según Galdames, una vinculación a lugares “imaginados” como de origen en un grupo particular, dualidad o concepciones entorno a fuerzas naturales y así mismo discursos de poder, que dan sentido y coherencia al accionar grupal, dándole a la vez, sentido y coherencia lógica a las transformaciones y ciclos por los cuales estas sociedades transitan, y que aún hoy en día persisten bajo formas de sincretismo, formas necesarias de investigar para poder llegar a comprender su articulación actual.